Cambio de rumbo para los derechos indígenas

En la década de 1970, el ecólogo principal de la UICN, Ray Dasmann, destacó lo que él llamaba “las personas del ecosistema” – aquellas que dependen de ecosistemas en buen estado para su sobrevivencia. Desde entonces, los pueblos indígenas han estado entre las prioridades de la agenda de la UICN.

Indigenous senior citizen of the mountains in Southeast Asia Photo: Shutterstock / Edwin Verin

‘Los pueblos indígenas y tradicionales a menudo se han visto injustamente afectados por las políticas y las prácticas de conservación’.

Esta cita proviene de la Declaración sobre políticas de justicia social en la conservación y el uso sostenible de los recursos naturales de la UICN, adoptada durante una Reunión del Consejo realizada en Gland, Suiza (2010). Ésta reconoce los problemas del pasado y expresa la firme ambición de resolverlos en el futuro.

Los problemas políticos a los que refiere la declaración se relacionan con un concepto particular de las áreas protegidas al que a menudo nos referimos como el ‘modelo de Yellowstone’. Según este modelo, el objetivo final de la conservación es tener ‘áreas silvestres deshabitadas’, lo que significa que, idealmente, se eliminan la explotación de recursos y los asentamientos humanos en las áreas protegidas. Este ideal político – que tuvo mucha influencia en los círculos conservacionistas durante la mayor parte del siglo 20 – llevó al desalojo de numerosas poblaciones indígenas de áreas en las que sus pueblos habían vivido durante siglos.

A decir verdad, el modelo de Yellowstone nunca fue la única visión de las áreas protegidas. En 1948, cuando se fundó la Unión Internacional para la Protección de la Naturaleza (UIPN), que es como se llamaba antiguamente la UICN, se creó una Comisión de Nomenclatura para clasificar las áreas protegidas en diferentes categorías, entre las que se incluían las llamadas ‘reservas antropológicas’. Esta categoría se basaba en la tradición conservacionista de preguerra que esperaba ampliar la protección de los animales amenazados hacia lo que llamaban ‘razas’ humanas amenazadas – como por ejemplo las poblaciones Twa del Congo Belga.

Sin embargo, en los años de posguerra, esta tradición perdió terreno rápidamente. No sólo porque este tipo de categorización racial cayó en desgracia, sino que, además, los conservacionistas cada vez empezaban a preocuparse más por el crecimiento de las poblaciones de grupos indígenas que por su posible disminución. En este contexto, mucha gente empezó a ver el modelo de Yellowstone como el instrumento político más viable para conservar una naturaleza que desaparecía aceleradamente.

No es sino a partir de la década de 1970 que este enfoque empieza a ser gradualmente cuestionado. El ecólogo principal de la UICN, Ray Dasmann, jugó un papel fundamental en este sentido. En su trabajo, Dassman llamó la atención hacia lo que él describió como ‘las personas del ecosistema’, es decir, personas que viven ‘dentro de un ecosistema o, a lo sumo, de unos pocos ecosistemas estrechamente relacionados, y que dependen (…) completamente del buen funcionamiento de dichos ecosistemas para su sobrevivencia’. Para mediados de la década de 1970, los asentamientos de estos grupos de personas dentro de las áreas protegidas ya no eran tema tabú en la Comisión de Parques de la UICN. Durante la Asamblea General en Zaire (en 1975), se adoptó una resolución que pedía a los gobiernos considerar los derechos de tenencia de la tierra de los pueblos indígenas si sus tierras iban a ser incluidas en áreas de conservación. Y en 1978, cuando la UICN actualizó su clasificación de parques nacionales, volvió a incluir la categoría de ‘reservas antropológicas’ – aunque sin la vieja connotación racista.

En las décadas de 1980 y 1990, el tema de los pueblos indígenas pasó a primera plana en la agenda de las reuniones de la UICN. Esta evolución se vio fortalecida por el hecho de que las poblaciones tradicionales se fueron haciendo cada vez más visibles como socios potenciales, por medio de grupos activistas organizados a nivel mundial. Durante la Asamblea General de la UICN de 1981, no sólo se sacó a relucir el tema de los derechos de los pueblos indígenas, sino que también se hizo énfasis en la importancia ecológica de su ‘muy vasto acervo de conocimiento tradicional’.

Durante los Congresos Mundiales de Parques que siguieron (Bali, 1982; Caracas, 1992; Durban, 2003) se escucharon declaraciones recurrentes sobre la necesidad de consultar con los pueblos indígenas y la importancia del manejo compartido de las áreas protegidas. Esto iba acompañado por el entierro oficial del viejo ideal de las áreas silvestres deshabitadas. En Caracas, el Presidente de la Comisión de Parques de la UICN hizo énfasis en que ‘incluso las áreas más remotas y silvestres que quedan en el planeta llevan las huellas de la influencia humana’.

La relación entre las poblaciones indígenas y la conservación de la naturaleza siguió siendo objeto de debates, tanto a lo interno como más allá de la UICN. Algunos se mostraban escépticos ante lo que veían como imágenes romantizadas de los ‘nobles salvajes ecológicos’. Otros pensaban que la noción de ‘pueblos indígenas’ en sí era problemática y posiblemente excluyente (con personas que pudieran considerarse ‘más indígenas que otras’). Había también conservacionistas que señalaban que resultaba difícil traducir los ideales políticos en colaboraciones provechosas en el terreno. Durante el Congreso Mundial de Parques en Sídney (2014), se subrayó que ‘si bien se ha logrado mucho desde el Congreso Mundial de Parques en Durban, los pueblos indígenas y las comunidades locales aún no se han convertido en socios plenos para la gestión de áreas protegidas’.

Está claro que, en unas pocas décadas, la visión de la UICN sobre pueblos indígenas ha experimentado algunos cambios importantes. Los temas como derechos humanos, discriminación positiva, y conservación comunitaria son ahora centrales para la discusión. La aplicación de estos ideales en la conservación mundial ha resultado un desafío continuo, pero todos los que participan en el debate están de acuerdo sobre su importancia. Nelson Mandela lo expresó muy claramente durante el Congreso Mundial de Parques en Durban, cuando enfatizó que ‘no habría futuro para los parques si para su desarrollo no se tomaban en consideración las necesidades de las comunidades como socios igualitarios’.

 

Raf De Bont

Universidad de Maastricht, Departamento de Historia

r.debont@maastrichtuniversity.nl

 

Nature’s diplomats: Ecological experts and the conservation policy of international organizations (1920-2000)

 

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